La lección que no enseñamos, pero vivimos cada día

La educación financiera ya no es un lujo, es una necesidad.

Este fin de semana estuve en Madrid, en una conferencia de Pablo Gil.
Un gran divulgador financiero que recomiendo muchísimo si te interesa el tema (eso sí, para adultos, porque habla de inversiones y economía global).

Hubo una frase que me atravesó:

“La educación financiera ya no es un lujo, es una necesidad.”

Y es que el dinero nos afecta todos los días.
Gran parte de nuestra vida depende de él: dónde vivimos, qué comemos… incluso cuánto tiempo tenemos para disfrutar.

A veces me gusta comparar esto con una escena prehistórica.
Imagina una tribu enseñando a los pequeños a cazar.
Lo tienen claro: su supervivencia depende de ello.

Y nosotros, que vamos tan de avanzados, seguimos sin enseñar lo básico sobre cómo gestionar algo que define gran parte de nuestra vida: el dinero.

Tres de las cosas más importantes para cualquier persona se pagan con dinero:

  • El techo
  • La comida
  • El tiempo

Pero en el colegio esto apenas se toca.
Y en casa, muchas veces tampoco.

Como familias y educadores, creo que tenemos una responsabilidad: acompañar a los peques en el aprendizaje de habilidades financieras básicas.

No hablamos de bolsa ni de hipotecas.
Hablamos de lo que sí pueden entender: hábitos de consumo.
Porque ellos nos ven comprar. Nos ven elegir, gastar, renunciar…
Y antes de que digamos nada, ya han aprendido algo.

Recuerdo cuando llegaba Navidad. Cogía el catálogo de juguetes y lo rodeaba entero. Todo lo quería.
Menos mal que los Reyes Magos tenían más cabeza que yo.

Bromas aparte, el deseo, la frustración y el impulso que siente un niño o niña cuando quiere una chuchería o un juguete…
es el mismo que sentimos tú y yo.

Ellos hacen una rabieta en el súper.
Nosotros salimos con dos camisetas de la tienda cuando solo íbamos a mirar.

Compramos para sentirnos bien. Nos da un chute de dopamina.
Es humano. Pero también se puede aprender a identificar ese impulso, a gestionarlo.

Y los peques también pueden hacerlo.
Con ejemplos. Con diálogo. Con pequeños pasos.

Para mí, este tema se queda pendiente para septiembre.
Pero no como una tarea aburrida, sino como una oportunidad increíble para educar en libertad, conciencia y sentido común.


Esta es solo una parte de la historia.
Cada viernes envío la versión completa —con la reflexión final y una propuesta práctica para aplicarlo en casa o en el aula— en mi newsletter El Profe en Casa.

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