El peso (y el poder) de las expectativas

El peso (y el poder) de las expectativas

En el aprendizaje —y en la vida— las expectativas son el listón que cada uno coloca para su propio salto.

Si lo pones demasiado bajo, no hace falta saltar.
Si lo pones demasiado alto, te bloqueas solo de mirarlo.
Encontrar ese punto justo… es un arte.

Las expectativas activan o apagan la motivación.
Nos empujan a intentarlo… o nos frenan antes de empezar.
Y ahí está el verdadero trabajo educativo: enseñar a los niños a conocerse, a ajustar el reto a su momento.

Me acuerdo de un alumno que tuve cuando entrenaba al grupo de competición de natación.
No era de los que más destacaba. Cumplía, sí. Pero no despuntaba.

Hasta que un día decidió ponerse un objetivo: clasificarse para el campeonato nacional.
Una marca exigente, difícil. Pero algo cambió.

De repente apareció una motivación nueva. Se lo tomó en serio. Empezó a entrenar con otra actitud.
Esa temporada se quedó a menos de un segundo de conseguirlo. No lo logró, pero siguió creyendo que podía hacerlo.

La siguiente temporada… lo consiguió.
No solo alcanzó la marca mínima. Terminó siendo campeón de España.

Paso a paso.
Cada pequeño logro alimentaba su confianza.

A veces, en la escuela, olvidamos eso.
Nos quedamos con el blanco o negro: aprobar o suspender, sacar un 10 o no.
Pero el progreso no siempre se mide en cifras.

Para algunos niños, aprobar una asignatura puede ser tan importante como ganar un campeonato.
Porque detrás de cada pequeño logro hay algo mucho más grande: la sensación de que sí pueden.

Esta es solo una parte de la historia.
Cada domingo envío la versión completa en mi newsletter El Profe en Casa, con la reflexión final y una herramienta práctica para aplicar en casa o en clase.

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