Cuando aún no están listos para entenderlo

El profe en casa

A veces intentamos enseñar algo con todas nuestras ganas.
Lo explicamos, lo repetimos, lo volvemos a intentar.

Pero no cala.
Nos frustramos. Pensamos que no escucha, que no le interesa, que no se esfuerza.

Sin embargo, quizá el problema no está en el mensaje… sino en el momento.
No porque no quiera entenderlo, sino porque aún no está preparado para hacerlo.

Con el tiempo he descubierto que, para que algo importante se aprenda de verdad, no basta con lanzarlo al aire. Hace falta que la persona tenga espacio interior para acogerlo.
Y eso —en la infancia— llega más tarde de lo que a veces nos gustaría.

Sobre todo cuando se trata de aprendizajes emocionales.

A menudo intentamos que comprendan algo que todavía no pueden integrar, porque choca con cómo ven el mundo, con sus miedos o con su autoestima.

Recuerdo un día en clase.
Una alumna apartó de muy malas formas a otra compañera. La miró mal, la dejó fuera del grupo… y la otra acabó llorando.
Intervine como solemos hacer los profes: hablé con ellas, expliqué que no hay motivo para tratar mal a nadie, y todo pareció solucionarse.

Pero me fui a casa con una sensación rara.
No sentí que lo hubiera comprendido de verdad.

Semanas después ocurrió justo lo contrario.
A ella la dejaron de lado. Y le dolió.
Solo entonces, entre lágrimas y abrazos, entendió lo que aquella vez no pudo.
No porque yo se lo explicara mejor, sino porque por fin estaba preparada para entenderlo.

Y es que no se trata de dejar pasar las cosas, sino de entender los tiempos del aprendizaje.
De acompañar, de sembrar… incluso cuando parece que no germina nada.

Esta es solo una parte de la historia.
Cada viernes envío la versión completa —con la reflexión final y una herramienta práctica para aplicar en casa o en clase— en mi newsletter El Profe en Casa.

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