El día que aprendí que el error es el mejor profe

El día que aprendí que el error es el mejor profe

Acabo de perder la cartera.
Los documentos, las tarjetas, el dinero…
En fin. No quiero ni pensarlo.

Cagada.

Ahora solo me queda una opción: aprender de esto (más me vale).
Y, de pronto, me ha hecho pensar en ellos. En los peques.

Cuántas veces decimos:

“No toques eso, te vas a hacer daño.”
“Cuidado con eso, que te vas a cortar.”
“Mejor que no pongas la mano ahí…”

Y adivinad el final:
Lo tocan. Siempre.

Recuerdo una escena de mi infancia que lo resume todo.
Tendría unos diez años.
Mi madre estaba haciendo un caldo en la olla exprés.

Yo, curioso y aburrido, vi cómo pulsaba un botón…
¡y salió un chorro de vapor como un géiser!
Era como ver explotar un volcán en la cocina.

Y claro, yo quería repetirlo.

Mi madre me dijo:

—No toques eso.

¿Qué hice yo?
Tocarlo.

El resultado fue un caldo volando por toda la cocina, un susto monumental…
y una lección que todavía recuerdo: algunas cosas solo se aprenden metiendo la mano (aunque duela).

Cuando fallamos, tenemos dos caminos:
Pensar que somos un desastre o aceptar el error y aprender algo de él.

Todos diríamos que la segunda es mejor.
Pero no siempre la elegimos.
Ni los adultos, ni los niños.

A veces escondemos nuestros errores por miedo.
Por no decepcionar, por no fallar.
Y, sin darnos cuenta, dejamos de probar.

💡 Esta es solo una parte de la historia.
En mi newsletter El Profe en Casa te cuento cómo transformar los errores en oportunidades reales de aprendizaje — tanto en el aula como en casa.

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